Charlamos con la investigadora del ICIQ sobre su experiencia profesional y, sobre todo, de su visión y manera de afrontar su trabajo

“Mi carrera es bastante atípica, digamos que la ciencia me salvó de una adolescencia que no fue fácil”. Así arranca nuestra entrevista con Mónica H. Pérez-Temprano, sénior group leader del grupo de investigación que lleva sus dos apellidos, y que se emplaza en el Institut Català d’Investigació Química (ICIQ) de Tarragona. La científica fue alumna de doctorado en el IU CINQUIMA. “Estudiar era mi conexión a tierra. En la adolescencia tuve una profesora que me daba clases particulares pero que, aparte, estaba haciendo la tesis. Y bueno, digamos que siempre se me han dado bien los números y todo lo que fuera relacionado con la ciencia. No me veía haciendo física o matemáticas y mis opciones fueron química, medicina y filosofía. Aun así sabía que iba para química, me gustaba. Si te paras a pensar, la Química es la ciencia central, porque se relaciona con cualquier otra disciplina y, además, aunque pueda sonar un poco snob (se ríe), los químicos somos los únicos que estudiamos lo que construimos, a diferencia de los biólogos o los físicos. A mí eso me parece algo muy, muy especial”, señala la investigadora castellanoleonesa.

Mónica no quería irse de Valladolid, así que decidió estudiar la carrera en su ciudad natal. Ya en el cuarto curso de la licenciatura le llamaron diferentes departamentos para contar con ella y fue el Departamento de Química Inorgánica y Química Física, dirigido por el catedrático Pablo Espinet, el que reunía las tres vertientes indispensables para la investigadora: los profesores que ya la habían dado clase y le gustaban; la investigación que realizaban le parecía interesante; y, en ese momento, había mucha gente joven. “Cuando te pasabas por los laboratorios notabas que se lo estaban pasando muy bien. Esa parte más humana me parecía importante, ya que si iba a pasar unas cuantas horas de mi vida allí, por lo menos estar en un buen ambiente. Así que nada, hice las prácticas de quinto de carrera en ese departamento con Juan Casares, lo que sería el TFG actualmente”.

Mónica en la defensa de tu tesis en la biblioteca del IU CINQUIMA

Lo curioso es que Mónica quería cogerse un año sabático tras terminar el Máster. Fue Casares la que le recomendó echar una serie de becas para cursar un posible doctorado si así lo consideraba. No hay casi sorpresa a estas alturas en lo que ocurrió después: le concedieron todas ellas. Ante esta buena perspectiva, decidió quedarse y embarcarse en la aventura de la tesis doctoral. “Fueron seis años, imagínate. El resultado final fue muy satisfactorio, pero una tesis siempre tiene sus momentos altos y bajos. Cuando el otro día daba mi charla en la sala de conferencias del IU CINQUIMA, uno de los mensajes que quería mandar se refería a la resiliencia y la paciencia, algo muy importante en el doctorado. Para que te hagas una idea, en el Máster inicialmente iba a trabajar con polímeros y al final no tuve ni una sola letra, -ni en mi Máster ni en mi tesis-, de polímeros. Pero me dediqué a ello nueve meses. Esto es parte de la realidad también y te puede pasar. Igual no te sale nada pero hay que seguir insistiendo. Otras veces hay que reconocer cuando dar un paso atrás y abrir nuevas puertas. Nosotros abrimos la puerta de los mecanismos de reacción y hasta hoy. Los polímeros no eran para mí, pero la otra línea de investigación, sí. Entonces esta mentalidad es la que trato de adoptar y tener en cuenta en mi grupo: adaptar los proyectos a las personas. La gente tiene que brillar haciendo lo que se le da bien. Obviamente, si estás en el doctorado, es para aprender y hay que dar una oportunidad a según qué cosas, pero sobre todo dedicar mis energías y mi esfuerzo a aquello dónde puedo avanzar más y contribuir de la mejor manera”.

Actualmente, el grupo de la Dra. Pérez-Temprano está centrado en el desarrollo de nuevos métodos catalíticos sintéticos con cobalto a través del conocimiento detallado del proceso catalítico. Para desarrollar sus proyectos de investigación aplican diferentes enfoques, desde la química orgánica sintética hasta estudios mecánicos, pasando por la captura de intermedios de reacción altamente reactivos.

Las Olimpiadas de la investigación

Mónica utiliza constantemente el paralelismo entre la investigación y los deportistas de alto rendimiento para ilustrar la dificultad que esta entraña. “Si tú no entrenas no vas a llegar. Puedes tener entrenadores fantásticos a tu alrededor, que te animen. Pero si no haces el trabajo no te clasificas para las Olimpiadas. También hay que contar con un poco de fortuna, ya que tu trabajo es tan bueno como en el momento en el que llega. Si hay dos artículos, aunque sean un poco peores, y los publican antes que tú, despídete”, señala.

La vida en el laboratorio es muy sacrificada y, como es lógico, no todo el mundo tiene que por qué valer para ella. Pero una vez te decides, para la científica debes hacerlo hasta las últimas consecuencias. “No me refiero a que hay que trabajar 15 horas al día, sino a currártelo, tener pasión por querer saber más y ser la persona que mejor conoce tu proyecto. Tu jefe no puede ser la persona que más sabe sobre tu investigación. Si es así, el fallo es tuyo. Siempre les digo a mis investigadores: si veis que algo no funciona y queréis cambiar, venid a hablar conmigo cuando queráis, pero con una contraoferta. El ‘no quiero hacer esto porque no’, no me sirve. En Valladolid aprendí que si tú quieres discutir con tus jefes debes de estar preparado. Con Espinet y Casares, una de las mayores enseñanzas que me llevé, es la de aprender a preguntar las cuestiones relevantes para tu proyecto. Luego ya encontraremos las respuestas, pero si tú te haces la pregunta adecuada, la respuesta, más pronto o más tarde, llegará”.

Concretamente Espinet, uno de los jefe de Mónica en el Instituto, siempre decía que los que se dedican a la química más fundamental deberían buscar el objetivo de ser “un párrafo en un libro de texto que los alumnos de grado puedan consultar”, porque eso significa que su trabajo ha sido validado por tanta gente, que al final ha acabado en un libro de texto que los estudiantes pueden incorporar a su conocimiento. Esta forma de pensar ha marcado a la investigadora. “Por supuesto que publican artículos es genial, tener tropecientas citas… pero tu trabajo ya trasciende si llegas a estudiantes de grado. Podríamos decir que es la democratización de tu trabajo. Entonces, a mí esa forma de enfocar mi experiencia laboral me sigue gustando. A lo mejor es muy romántica, pero es la mía. Creando escuela es como trasciendes porque si tú has sido muy brillante pero no has creado escuela, cuando te retires a tu casa seguro que la gente sigue leyendo tus artículos, pero todo se quedará ahí. En cambio, cuando creas escuela es como un dominó: tiras una ficha y el reguero de fichas se ramifica poco a poco. Puedes formar a gente que va tanto a la industria como a colegios, -además de los investigadores académicos-, y que no desmerecen para nada. Luego algunos educarán a la siguiente generación y les trasmitirán la pasión por la Química. Al final, considero que la forma más fácil de trascender en ciencia es a través de tu gente”.

La importancia del grupo

Mónica junto a los integrantes de su grupo de investigación

Mónica es la cabeza visible de su grupo, pero a lo largo de la entrevista siempre hace referencia a todos sus integrantes y a la importancia de su labor y trabajo en el laboratorio. “Si el grupo tiene un reconocimiento se debe a que la gente laboratorio ha hecho un trabajo estupendo. Los premios, la métrica… eso está muy bien, pero la parte humana para mí es mucho más poderosa, porque a la larga quiero pensar que las métricas llegarán. Pero si pierdes el factor humano, lo has perdido todo. Al final, la ciencia la componemos personas con diferentes sensibilidades, visiones, gustos y objetivos. Si eso se pierde acaba desembocando en una ciencia sesgada”, reconoce.

La vida de group leader es sacrificada cuando te alejas de los reconocimientos y de las buenas críticas. Escribir artículos, proyectos, preparar presentaciones y evaluar papers, entre otras cosas, conlleva un tiempo muy valioso y mucha energía. “Los investigadores sénior estamos ocupados casi en cada momento y quitamos mucho tiempo a nuestras familias, a nuestros amigos… en definitivita, a nuestra vida. Por eso, como jefa no puedo tolerar la falta de compromiso. Es quizá el aspecto que más me puede decepcionar. Creo tanto en el proyecto de grupo…”, se queda unos segundos pensativa antes de continuar. “Siempre digo que lo nuestro es una filosofía de vida y una forma de ver la ciencia. Por eso estoy muy comprometida con cada persona que me da el privilegio de unirse a mi grupo, porque también entiendo que esos investigadores están poniendo una parte de su carrera en mis manos. Soy muy consciente de ello y mi compromiso frente a eso es innegociable. El camino será duro pero beneficioso, porque te enseñará a pensar y a resolver problemas que van más allá, que trascienden la química, y es lo que las empresas quieren. Además te educará a hacer las cosas sin prisa pero sin pausa, ya la rapidez lleva consigo errores, y querer correr mucho tiene como consecuencia que se te pasen los detalles. Y los detalles son muy importantes”, enfatiza.

En su carrera investigadora ha sido reconocida con diferentes premios y honores, incluyendo su selección como uno de los «Talented 12» de 2018 por Chemical & Engineering News (C&EN); el premio 2020 Young Investigator Group Leader Award por la Real Sociedad Española de Química; y, más recientemente, ha sido la receptora del premio 2021 Young Investigator Award por la EuChemS Division of Organic Chemistry. Además, es miembro del Consejo Asesor Internacional de Organometallics, Chem Catalysis y del Early Career Advisory Board de Chemistry – A European Journal.

Preguntamos a Mónica antes de despedirnos sobre cómo mantiene los pies en la tierra después de haber conseguido importantes méritos en el mundo de la química. “Pues mira: cuando te dije que en la adolescencia lo pase regular, te lo decía porque sufrí bullying, así que no fue una época muy agradable. Uno de los motivos por los que lo sufría tenía que ver con sacar buenas notas, entonces durante mucho tiempo adopté un perfil muy bajo en cuanto a las cosas que conseguía. Ahí es cuando desarrollas la capacidad de que, si te va bien, es lo normal. Yo cuento con un entorno estupendo, una pareja que también ha sido científico, -aunque ahora no se dedique a la ciencia-, y que me mantiene con los pies en el suelo. La desconexión con la realidad es tan peligrosa… primero de todo porque puedes empezar a tratar a la gente de forma diferente. Y eso es, para mí, el principio del fin. Además, pierdes la capacidad de cuestionarte a ti mismo, porque no permites que nadie te cuestione, y eso es un pecado capital siendo científico. Por suerte soy una investigadora que le gusta mucho lo que hace, que trabaja con estudiantes y que intenta ayudar en todo lo posible para que se desarrollen a lo largo de su carrera científica. Haré todo lo que esté en mi mano para que consigan sus metas porque mi objetivo final es que ellos sean mejores de lo que yo era a su edad. Para mí ese es un motivo de orgullo”, finaliza.