Charlamos con el investigador sobre su trayectoria profesional tras su vuelta a la Universidad de Valladolid y al Instituto CINQUIMA

Rubén Manzano, desde bien pequeño, siempre fue una persona con gran curiosidad por las cosas que le rodeaban, le gustaba cacharrear y realizar pequeños experimentos. Esto fue lo que le guió a estudiar Química. “Cuando vas creciendo, ves que todo tiene una explicación y un sentido. Por eso decidí estudiar Química”, reconoce el investigador de SintACat.

Su unión con el IU CINQUIMA se produce en el quinto curso de la licenciatura, cuando Rubén consigue una beca de colaboración para incorporarse al grupo dirigido por Rafael Pedrosa de Química Orgánica. “A partir de ahí, me enganché. Hice un Máster en la Facultad, -que por aquel momento era un título propio-, y decidí embarcarme en el proceso de la tesis doctoral. Fue Pedrosa, -él era uno de mis profesores en tercero-, quien me abrió un poco la puerta al mundo de la química orgánica. Por cómo la explicaba sentí que la utilidad de la misma era importante y que contaba con muchas aplicaciones. En otras circunstancias podría haber acabado en cualquier otro sitio, pero te vas acostumbrando al área de conocimiento y le coges el gusto”.

La tesis es una etapa única en la vida y muy dura. Pero para él, el proceso ha sido muy satisfactorio. “Hay que trabajar muchísimo y la mayoría de las veces las cosas no funcionan como las planteas. Pero cuando sí que funcionan, salen adelante y te das la sorpresa, pues la satisfacción es máxima. También para mí es importante que los grupos de investigación van cambiando a lo largo de los años. No los jefes ni los profesores, que sí que son los mismos, más o menos. Hablo de los compañeros de laboratorio, que son diferentes, y entonces conoces a gente de otro países y que te aportan muchísimo, tanto profesional como personalmente”, señala el químico.

Rubén en la campara de su laboratorio en el Instituto

El buen rendimiento de los experimentos a corto plazo es uno de los caballos de batalla a lo largo del doctorado, sobre todo para la gente joven que empieza esta nueva etapa. Para Rubén, lo importante reside en el apoyo. “Hace falta apoyarles y decirles que no hay que desesperar. Todos hemos pasado por ese tipo de situaciones y las seguiremos sufriendo. Forma parte de nuestro trabajo. Solo puedo decirles que, al final, las cosas terminan funcionando. A base de insistir, insistir, insistir y, a veces, echándose un poco hacia atrás y mirando con perspectiva, además de preguntar por otros puntos de vistas. A mí me encanta hablar con compañeros de lo que hago porque te pueden aportar otro enfoque. Eso es fundamental, no quedarte atrapado en tu propio proyecto”.

Un nuevo enfoque

De hecho, algo parecido a esta situación ocurrió gracias a la tesis de Rubén, ya que después de ella se cambió completamente de temática en el grupo que ahora lleva el nombre de Síntesis Asimétrica y Catálisis. “Después de algún intento previo por parte del grupo, con mi tesis nos metimos de lleno en el estudio de esa nueva línea de investigación que tenía que ver con la catálisis orgánica, -la organocatálisis-, y que es la catálisis con moléculas orgánicas, a diferencia de lo que hacen en inorgánica, por ejemplo, que hacen catálisis también pero con metales de todo tipo”, explica.

Cuando terminó la tesis, Rubén tenía claro que su futuro próximo estaba fuera de España. “Para mí era fundamental el abrirme a otras experiencias y a otras formas de trabajar. Ya durante la tesis estuve unos tres meses en Alemania en una estancia breve. Ahí me di cuenta que está muy bien hacer una carrera en un grupo, pero tienes que ver otras cosas para poder después importarlas y llevarte lo mejor de cada una para cuando llegue la hora de formar tu propio grupo. Así que nada, por cosas de la vida acabé en Heidelberg y todo a través de un profesor que vino de invitado a dar una charla aquí a Valladolid. Hablé con él de lo quería hacer y se me dio la oportunidad de realizar una entrevista. Tuve que pasar por un proceso en el que había otros candidatos pero me fui a Alemania, me hicieron la entrevista entre el panel de laboratorio, y me dijeron que sí. Allí pasé dos años trabajando a caballo entre la universidad y una multinacional química alemana. Me encantó la experiencia y además se vivía muy bien. La ciudad era muy cómoda, se podía ir en bici a todos los sitios… una ciudad muy tranquila, con mucha gente joven y abierta”.

Allí Rubén mejoró su inglés y el alemán, aunque este último no era necesario ya que lo hablaba únicamente con los nativos porque le interesaba practicar y aprender, aunque se podría entender con ellos en inglés perfectamente. Respecto al grupo que formaba parte, se centraban en la química de catálisis con oro. “En un grupo tan grande como aquel aprendes a ser independiente, además de que mi jefe viajaba muchísimo y no podía estar esperándole porque igual tardaba un mes en volver. El contacto no era tan estrecho como puede haber en un grupo del Instituto. El nivel de exigencia también es distinto, ya no porque no te vayan a decir haz esto o lo otro, sino que te encuentras en un grupo de nivel alto que publican en las mejores revistas. Entonces tú mismo te pones esa presión desde dentro”, indica.

Su experiencia con el Premio Nobel 2021

Benjamin List (izq.) junto a David WC MacMillan recibió el Premio Nobel en 2021

Rubén estuvo tres meses trabajando en el grupo de Benjamin List, químico alemán que recibió el Premio Nobel de Química en 2021, durante la tesis doctoral. “Me sirvió para abrir los ojos y ver cómo funcionaba un grupo de lo más puntero. Cuando vi aquellos laboratorios… era otro mundo (se ríe), me impresionó. Vi aquellos techos enormes, altísimos… parecía una fábrica. La dinámica también era diferente, con reuniones de grupo semanales y reuniones de ‘literatura’ que llamábamos. Estas últimas son ejercicios que organizaba uno de los investigadores para mantener la química orgánica ‘fresca’, digámoslo así. También hablábamos sobre la dinámica de los técnicos de laboratorio, por ejemplo, la distribución de tareas de las que debían ocuparse, etc. Cuando le concedieron el Nobel fue una alegría enorme, por él, su grupo y por lo que significa para la organocatálisis, porque es el reconocimiento máximo. Las investigaciones en este campo arrancaron entre el 1999 y el 2000, más o menos. Yo empecé mi tesis en el 2006, así que casi acababa empezar. Espero que este premio se traduzca también en que nos den más proyectos para esta línea de investigación”.

A Rubén nunca le ha importado asentarse en distintos lugares de trabajo. De Alemania se fue al ICIQ, en Tarragona. De ahí al País Vasco, pasando por Oxford (UK), otros dos años. Su última experiencia antes de volver al IU CINQUIMA estuvo en Alcalá de Henares. “Nunca ha sido un problema para mí empezar de cero en cualquier sitio, pero claro, te encuentras muchas veces con obstáculos. En Alemania, por ejemplo, las clases eran en alemán. Entonces, aunque sabía el idioma, el nivel necesario para dar clases es difícil de conseguir. Mi contrato era de dos años y, cuando se me iba a terminar, empecé a buscar a ver cuál era el siguiente paso y conseguí otra beca para trabajar en el ICIQ. No he podido hacer más carrera en Tarragona por diversos motivos. Tampoco me hubiera importado seguir trabajando en la Universidad del País Vasco, pero de nuevo me encontré con la barrera del idioma. Ahí las plazas son en euskera y si no lo hablas no consigues una plaza permanente. Lo que he intentando es quedarme con lo mejor de cada sitio y pulir otras cosas que se han hecho y que quizá no me gustan tanto”.

Su regreso a Valladolid

Como decíamos, antes de volver Rubén estaba en Alcalá con una plaza de profesor ayudante doctor. Podría haberse quedado, pero surgió la oportunidad de la UVa en forma de una plaza permanente de profesor contratado doctor. Por tanto, las buenas condiciones profesionales, se unían a las personales y familiares. “Decidí que quería estar aquí, además de que conozco el grupo al que me incorporo, así que entiendo que es una buena apuesta. Ahora toca adaptarse poco a poco, sobre todo en el tema de la docencia. Yo venía de una trayectoria casi exclusivamente investigadora. Así que de la noche a la mañana he tenido que dejar un poco apartada la bata del laboratorio para centrarme en las clases, que te lleva su tiempo prepararlas. Lo que realmente me apasiona es estar en el laboratorio, aunque las clases también las disfruto”, reconoce. Rubén continúa investigando en su línea de organocatálisis y quiere incorporar la catálisis con metales a su estudio. “Mi idea es unir un poco todo lo que he ido aprendiendo y abrir otra línea, una línea independiente que pueda tener futuro. Me gustaría trabajar en la catálisis con fosfinas, que es algo que ya he tocado en el pasado y que me parece muy interesante, pero también incorporar parte de catálisis metálica”.

Para finalizar, el consejo que da nuestro químico orgánico para aquellas personas que estén pensándose en comenzar la tesis, tiene que ver con su implicación en ella. “Les debe gustar muchísimo la investigación, el ser curioso y tratar de descubrir cosas que no han sido conocidas, además de plantearte preguntas y problemas. Eso en primer lugar. Luego deben saber que esto no es un trabajo más, te lo sueles llevar todo al terreno más personal y sufres. Se aprenden muchísimas cosas aparte de aquello relacionado con tu campo de investigación, que puede ser muy estrecho en realidad, pero se aprende a solucionar problemas, organizar el trabajo y comunicar resultados a otras personas. También conoces a gente de todo el mundo en los congresos. Desde mi punto de vista es muy enriquecedor en lo personal, ya no solo en lo académico”, finaliza.