Charlamos con uno de los científicos más veteranos del GIR MIOMeT
Todos tenemos alguna afición que nos apasiona y que, por las circunstancias que sean, hemos dejado de hacer. Cuando volvemos a retomarla, aunque nos sintamos desentrenados al principio, es cuestión de tiempo volver a engrasar la maquinaria y disfrutar de aquello que nos hizo feliz en alguna etapa de nuestra vida. Pues esto es lo que le ha ocurrido a Luis Prieto si sustituimos la palabra afición por trabajo. O si mezclamos las dos. Porque algunas personas tienen la suerte de trabajar en aquello que les apasiona. Esta es la historia de una vuelta a los ruedos. Digo, a los laboratorios.
Luis terminó la carrera en el año 78, -con 21 primaveras-, y se quedó trabajando en la antigua Facultad de Ciencias, situada en el Prado de la Magdalena, durante casi dos años. Ocupaba una de las plazas que en ese tiempo se conocía como profesor PNN (profesor No Numerario). Ahí comenzó con su tesis doctoral en Química Inorgánica que no terminó por razones personales y económicas. “Aunque la licenciatura la hice en química analítica, arranqué la tesis en el área de química inorgánica trabajando con complejos de metales de transición con carbonilos e isocianuros bajo la tutela del profesor Dr. Víctor Riera«, explica el investigador.
“A mediados de los años 80 decidí marcharme a Tarragona porque me salió trabajo en Hoechst Ibérica, una multinacional alemana. Allí estuve casi dos años como responsable de uno de los turnos de producción. Imagínate, nos cogieron a cuatro chavalillos recién licenciados para llevar las planta de producción (se ríe). Nosotros nos dedicábamos a la fabricación de resinas, concretamente dispersiones acuosas basadas en acetato de polivinilo, modificado con acrilatos/metacrilatos y estireno (Mowilith ®) de uso industrial en el campo de los adhesivos y pinturas”.
Una experiencia muy provechosa
La planta de resinas trabajaba 365 días al año en tres turnos al día. A pesar de la dureza de los turnos, la experiencia fue muy positiva para él, tanto a nivel técnico como humano, ya que Luis era responsable de la coordinación de ocho operarios en su turno de producción. “El primer día se me cayó la fabrica encima y dije: ‘esto tiene que explotar por algún sitio entre tanta válvula, rotámetro, condensadores, reactores…’ pero al final te haces con ello. Al cabo de dos años, me volví a Valladolid porque me salió una oportunidad en una empresa que no pude dejar escapar. Yo soy de aquí y mi mujer también, así que volvimos a casa”, rememora.
La empresa en cuestión, CIPISA S.A., se dedicaba esencialmente a la fabricación de adhesivos y selladores para la industria del automóvil. En aquel tiempo tenía buenos contactos con la empresa francesa-americana Peintures CORONA, enfocada en la fabricación de pinturas para la industria de automoción, y que finalmente fue absorbida por la multinacional americana PPG. En ella pasó por los distintos departamentos de la fábrica y casi toda su vida laboral. “Empecé en los laboratorios, en los que estuve más de 18 años. Estos laboratorios eran el punto de unión entre la fábrica y las plantas de producción del automóvil, siendo responsable de varios clientes a lo largo de la geografía española como eran Peugeot, Renault, Citroën, Iveco, GM, etc. Tras todos esos años, abandoné el laboratorio para tomar la responsabilidad de la producción, el control de calidad y los métodos de la planta de Valladolid. Por último, pasé por el departamento comercial en Renault Palencia. A uno siempre le tira el departamento técnico, pero todas fueron experiencias muy interesantes técnica y humanamente. Las plantas de automoción son ciertamente exigentes desde el punto de vista técnico: alguna de las plantas automovilísticas donde he trabajado producían unos 60 vehículos/hora. Si se para la producción un minuto, es un coche que pierdes, así que te puedes imaginar la presión”.
Toca replanteárselo todo
Un problema médico le obligó a parar a finales de 2013, coincidiendo justo con la baja de la empresa que había pedido. Era hora de centrarse en la salud. Estuvo varios meses en el hospital y años de continuos tratamientos. “La enfermedad se detectó tempranamente, así que tuve suerte. Eso es lo que me dijeron los médicos. En total estuve cuatro años batallando. Y claro, cuando te pasan este tipo de cosas en la vida, la escala de valores que tenías hasta ese momento cambia de manera radical y te planteas qué es lo que realmente quieres hacer. Con el visto bueno por parte de los médicos, decidí que era el momento de ocupar mi tiempo. Una de las opciones fue matricularme en Medicina, que siempre me ha gustado, pero me pusieron mil y una trabas administrativas, así que rechacé esa opción. Otra de ellas era la volver a hacer el doctorado en Química”, explica.
Por casualidades de la vida, la mujer de Luis, -que es profesora-, había coincidido en alguna ocasión con Daniel Miguel mientras se realizaban las pruebas de acceso a la Universidad. Para más inri, el año que Prieto abandonaba la Facultad, en el año 1978, Daniel Miguel era alumno de último curso de la carrera y estaba iniciando la tesina de Licenciatura en Química Inorgánica. Posteriormente, el catedrático ocupó la plaza que dejó Prieto vacante cuando se fue de la Facultad. De una pura coincidencia surgió la posibilidad de volver.
“A partir de ahí nos pusimos en contacto y lo valoramos. Desde que me fui a Tarragona me había desligado de la Facultad. Habían pasado casi 40 años, así que le dije a Daniel: ‘No sé si seré capaz, pero voy a poner todo de mi parte’. Lo que yo quería era ‘cacharrear en el laboratorio’, digámoslo así”.
“Celedonio y Daniel me abrieron las puertas del grupo de par en par. Me ha aceptado todo el mundo en el departamento, desde los profesores senior a todos los alumnos de Doctorado, TFM y TFG. El valor humano dentro del grupo MIOMeT es enorme. Estoy aquí gracias a ellos, así que les vuelvo a dar las gracias una vez más”, señala el científico.
Engrasar la maquinaria
Los primeros meses fueron de lectura de artículos. Leer, leer y leer. Cuando pasan tantos años, tienes que volver a empezar de cero. Luis se encontró con técnicas y medios totalmente nuevos. Lo mismo ocurría con la metodología, así que el reto estaba encima de la mesa para él.
“Daniel es una persona ‘muy peculiar’ y muy inteligente. Conmigo ha empezado de cero, soltándome cuerda poco a poco, para que fuera asimilando y aprendiendo cada día un poco más. Me sorprendió que un catedrático de su nivel pasara tanto tiempo en la campana del laboratorio, cacharreando con matraces, líneas de vacío, columnas de cromatografía el rotavapor… eso significa que realmente le gusta lo que hace y su transmisión de conocimientos están siendo vitales para mí”.
Luis ha estado trabajando en varias líneas de investigación, la primera de ellas tiene que ver con productos plano cuadrados de Ni(II) con ligandos isocianuro y Ligandos di-tio. “Partíamos siempre de la estructura más simple y lo más barata que se podía, para ensamblarla pieza a pieza hasta conseguir el producto que buscábamos. Los complejos derivados de niquel con ligando ditio y disocianuros que preparamos presentaban una solubilidad muy limitada en muchos disolventes y prácticamente nula en agua. Queríamos enfocarlos en la línea de farmacología pero la citada falta de solubilidad les hacía inutilizables en ese sector”, explica.
“Tras año y medio abandonamos esta línea y pasamos a otra, relacionada con la voltametría. Compraron un equipo y empezamos a hacer voltagramas de muchos de los productos que habíamos hecho para comprobar su actividad catalítica en la reducción electroquímica del CO2 a CO. Aunque algunos catalizadores de los ensayados sí que son activos en dicho proceso de reducción electroquímica, no llegan a los niveles que esperábamos, así que seguimos investigando.… Ahora estamos trabajando con un ligando N-N, denominado PiridinIndolicino. Hemos conseguido funcionalizar dicho ligando con diferentes materiales para obtener ligandos funcionalizados del Piridinindolicino y, posteriormente, generar los correspondientes complejos metálicos con los citados ligandos. En esas estamos… el trabajo experimental es así, a veces sale adelante y otras no. No tengo ninguna prisa”.
Una enseñanza
Luis, con la perspectiva que le otorgan los años, se despide de nosotros con una enseñanza que bien puede servir para los más jóvenes investigadores. “La mejor decisión es la que se toma en cada momento. No sirve eso de ‘y si hubiera…’. Recomiendo positivamente una experiencia en la empresa, porque los objetivos, la perspectiva y los tiempos son totalmente distintos de la actividad que se experimenta en la universidad. Pero la tesis doctoral no tiene edad y es enriquecedora en todos los sentidos. Siempre es factible volver. Yo estoy aquí a tiempo parcial, porque también quiero disfrutar de algunos ratos libres y tengo cuatro nietos increíbles que estoy disfrutando todo lo que me dejan sus padres. Por las mañanas, de lunes a jueves, aquí me podéis encontrar”, finaliza.